La localidad séptima de Bogotá guarda una historia hilada por la ancestralidad, la naturaleza y el misticismo de sus personajes, de sus calles que hoy muestran un cuadro de una Bosa que lucha por la memoria y el cuidado del territorio. Ese legado llevó a que la ciudadanía escogiera “siete maravillas”, que concatenan el pasado con el presente.
Bosa en lengua Muisca significa dos. Dicen que así terminó llamándose la localidad séptima, por ser el segundo territorio que poblaron los Muiscas que se asentaron en el altiplano cundiboyacense; pero también significa cercado del que guarda y defiende las mieses, o el cultivo, dos simbolismos que pueden definir aún hoy su proceso histórico, pese a los imaginarios y grandes retos de esta localidad, sus luchas internas han desembocado en un proceso de socialización que dio como resultado la instauración de “siete maravillas”, que visibilizan las apuestas ciudadanas más fuertes en materia de memoria, territorio y cultura.
La identidad y la apropiación que tienen los ‘bosunos’ por su territorio es lo que reflejan hacia el mundo las maravillas escogidas. Estas, fueron el resultado de un proceso consultivo liderado por la Alcaldía Local en el que votaron 3.200 personas y que se configura como un circuito abierto a los bogotanos, y queda en la historia distrital como parte del libro Descubre y Enamórate de Bosa, un viaje que resignifica el a veces ultrajado concepto de sur en Bogotá.
Plaza Fundacional
El viaje comienza por la Plaza Fundacional. Nos adentramos por la carrera 80H con calle 63 sur, en el centro de la localidad. Data del siglo XVI y esconde también la segunda maravilla: la iglesia de San Bernardino - Cruz de Piedra. Hoy la plaza se abre con senderos peatonales, bancos de madera, vegetación y un escenario grafiteado por el que han pasado y pasarán los artistas locales. Sin embargo, la historia debe ir mucho más atrás: bajo la estructura barroca de la iglesia blanca están enterradas las placentas de los ancestros muiscas que primero habitaron estos terrenos en los años 1.200 d.c.
El sincretismo detrás de la historia de la plaza es un punto de partida que explica los orígenes de esta parte de Bosa. La historia narra que fue allí donde Gonzalo Jiménez de Quesada envió a la horca a los tres herederos del Zipa, líder indígena Muisca, según los relatos, ya que este último se había negado a llenarle un bohío (cabaña circular de madera) con oro y piedras preciosas. “La plaza fue instaurada como un “pueblo de indios”, edificada para adoctrinarlos a la religión católica, y obligados a pagar tributos al rey de España por medio del sistema de Encomiendas”, explica uno de los apartados del libro.
La iglesia es de las pocas edificaciones doctrinarias que queda en pie en el país. Es reconocida como un bien de interés cultural de la ciudad y en su interior reposan lienzos de los primeros artistas santafereños. Aunque el sismo de 1967 la derribó, fue reconstruida con el mismo diseño anterior. “La plaza ha convertido en un centro cultural, un espacio en el que la localidad muestra sus talentos, donde los y las jóvenes de la filarmónica tienen un lugar; nos parece importante que se conozca su historia y sus diversas caras”, señala Lizeth González Vargas, alcaldesa local.
Qusmuy (casa sagrada)
Adentrándose hacia la carrera 87B y buscando la calle 80 sur, barrio San Bernardino, se llega a la casa sagrada del Cabildo Indígena de Bosa. Fue escogida como una maravilla porque es la muestra más significativa de la presencia de más de 5.000 indígenas nativos en Bosa (84% de ellos concentrados en San Bernardino) que intentan preservar su cultura y los suelos fértiles que rodean el área. De la variedad de casas sagradas que tienen las comunidades indígenas, en la localidad la comunidad levantó un Qusmuy, o vientre de la madre, que se ha convertido en un aula donde se comparten saberes y se realizan limpiezas y tratamientos de medicina ancestral. Para entrar la persona debe avanzar de espaldas para dejar la “occidentalidad” afuera.
“Como indígenas nativos de este territorio esta casa es símbolo de reconstrucción y reivindicación de nuestros usos y costumbres. Acá están sembradas las placentas de nuestros abuelos, de nuestro linaje. El muisca está buscando la supervivencia en la ciudad, y ser reconocidos como una maravilla, da cuenta de nuestro empeño”, señala en medio de un círculo de la palabra, William Chiguasuque.
Lizeth González admite que “muchas de las personas que vivieron en la localidad y que nacimos aquí, no reconocían al Cabildo. Hicimos un proceso con los sabedores, las autoridades indígenas y quisimos resaltar esta huella y reconocer las raíces indígenas”. También menciona que se ha avanzado en la planeación de la ‘Ciudadela Muisca de Iguaque’ que ya está incluida dentro de las proyecciones del Distrito y otorgará 550 casas a la comunidad.
David Felipe Chiguasuque, de 23 años, lleva diez reconstruyendo su propio pasado. Recuerda entre los relatos de los sabedores la lucha para preservar sus tradiciones. “Los apellidos indígenas como el mío abundan como Tenjo o Neuta. Este legado, fue unas de las muestras de nuestra innegable presencia en esta zona. En la historia hay un periodo en el que estuvimos “dormidos” pero llevamos décadas en un proceso de preservar las raíces. Las personas pueden agendar y acercarse a escuchar la palabra, realizarse una consulta con un sabedor y limpiar su espíritu con las plantas medicinales que usamos como la ruda, el abrecaminos, tabaco, hoja de coca”, añade el joven mientras masca hayo, u hoja de coca. Así como entramos de espaldas, de espaldas salimos hacia otra maravilla.
Humedal Tibanica y Chiguasuque
Lugar en que la cultura se desviste y el alma se suelta al aire y el verde, los humedales Tibanica y Chiguasuque (también conocido como La Isla), son otras dos maravillas en donde, dice ‘mamá Tina’, líder ambientalista, “respira la localidad, nos preguntamos qué estamos haciendo aquí, soltamos el celular y trabajamos por el medio ambiente”.
Tibanica significa el portal de los altares en Muisca. Fue un lugar sagrado. La entrada se encuentra al frente del barrio Manzanares llegando por la diagonal 73g sur con carrera 78g. Al cruzar la verja se abre sobre el piso un grafiti con la silueta de una mujer y en su hombro se posa un ave monjita cabeciamarilla, (especie de plumas negras contrastadas con su cabeza amarilla). Adentro del humedal no se puede hablar duro o comer, es un espacio configurado para la ‘recreación pasiva’ que involucra yoga, senderismo, avistamiento de aves, contemplación, entre otras.
Tina, como todos conocen a la guía y coordinadora del humedal -solo a ella y su equipo le abren la puerta-, dice que sus 28 años resguardando el humedal le ha dejado alegrías y sufrimientos. “El trabajo con colectivos y voluntarios de la localidad permitió recuperar zonas que estaban afectadas en el humedal, hemos visto volver colibrís, polillas, libélulas, especies polinizadoras que se habían ido. La recuperación nos ha permitido volver este espacio un aula viva para la ciudadanía y aportar a que sea un sitio para investigar”.
Recuperar la conexión hídrica que perdió hace más de una década es el reto de la comunidad. “Procesos comunitarios como lo que sucedió en pandemia, cuando la comunidad plantó árboles en memoria los seres queridos que perdimos, inició esa práctica de plantar, ahora cualquier persona puede hacerlo y cuidar de su árbol, de su alma y dejarle algo más a uno de nuestros pulmones de Bosa”, añade la líder.
Casa del Tren y el grafiti
Si hay una maravilla que recoge toda esta historia y la relata en las calles de Bosa en tiempos en los que se buscan lenguajes para digerir el pasado y el presente, es el grafiti, la séptima maravilla escogida por sus habitantes. Y la sexta es la estación que abre este mundo: la Casa del Tren en el sector La Estación. “Es un símbolo del progreso del que fue parte Bosa con la llegada del tren de la Sabana. Esa estación permitió que los industriales se fijaran en el sector para incluir fábricas, así creció la industria”, añadió la alcaldesa.
Hoy la estructura permanece, pero no está abierta al público. Por fuera es una casa amarilla de techo rojo con grafitis y mensajes alusivos a la cultura bosuna, por dentro, ha sido usado como aula de aprendizaje de temas de interés de los jóvenes, entre ellos, arte urbano.
Aunque el arte urbano y el grafiti tienen larga memoria en Bosa, desde el 2015 las agrupaciones buscaron apoyo del Distrito y lograron conformar la Mesa Distrital de Grafiti, el Festival de Graffiti; el Street Art Bosuno; Los Colores del Nuevo Mundo; Colores por la Paz y la Memoria.
Una ‘ñapa’ que deja este libro, el cual alberga aspectos interesantes de la historia de los barrios más icónicos de Bosa, es una octava maravilla: el primer bosque urbano de Bogotá, llamado Tierra Viva, localizado en el barrio Villa Javier. Un espacio una vez azotado por la inseguridad y ahora recuperado. Desde 2021 la comunidad y la alcaldía local se unieron para plantar 3.213 árboles para poblar un bosque entre un colegio y las urbanizaciones. Aportará a disminuir 900 toneladas de CO2.
Conocer cada rincón de Bogotá y nuestras localidades es navegar el tejido que hila nuestra sociedad y el territorio. En Bosa, un gesto de agradeciendo por todo lo que nos rodea, es la forma de terminar el viaje, un gracias o en lengua Muisca, ipquua.