La plaza principal de Bosa ha sido testigo de más de 500 años de historia del territorio, siendo un lugar de reconocimiento para la comunidad Muisca asentada en el territorio antes de la llegada española.
Cada lugar tiene un significado de acuerdo con la memoria ancestral que permanece en el espacio y se resignifica al compartir los saberes.
Uno de ellos es el nombre que recibe la localidad de Bosa. Según la transmisión oral, es un vocablo Muisca que significa ‘Cercado del que guarda y defiende las mieses’, estableciendo así la importancia agrícola del territorio.
Luego de la llegada de la comunidad española, en 1539 y por orden de Gonzalo Jiménez de Quesada, fueron ahorcados el Zipa Sagipa o Zaquesazipa, Cuxinimpaba y Cucinimegua, herederos legítimos del trono de Tisquesusa. Sobre este hecho es común escuchar el relato que asegura que Jiménez de Quesada ordenó llenar un bohío con oro y piedras preciosas, a lo que el Zipa se negó y por ello fue ahorcado.
La Plaza fue punto de encuentro de los conquistadores: Gonzalo Jiménez de Quesada, Nicolás de Federmann y Sebastián de Belalcázar.
Durante los siglos XVI al XIX, este territorio sirvió como “pueblo de indios”, que tributaba al rey de España por medio de la Encomienda; una institución creada para entregarle un grupo de indígenas a españoles, con la tarea de protegerlos y evangelizarlos a cambio de tributos y trabajo.
Fue así como en el marco de la Plaza Fundacional se instala la iglesia doctrinera de San Bernardino, templo que se conserva hasta nuestros días.
En el año 2015 la Plaza Fundacional de Bosa cambió su aspecto incentivando el sentido de pertenencia en los ‘Bosunos’, (gentilicio) contribuyendo a reconocerla como un importante punto de encuentro y confluencia de múltiples relaciones y condiciones sociales y culturales.
