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Las siete identidades con las que alias Pescadito aterrorizó a Kennedy y Bosa


Parece que uno de los capítulos más violentos de la última década de Bogotá está por llegar a su fin. La última semana, en una operación conjunta entre la Policía Metropolitana de Bogotá y la Fiscalía seccional, se logró la captura de 22 delincuentes pertenecientes a la segunda generación de ‘los Camilos’, una organización criminal que a punta de macabros homicidios y enfrentamientos con peligrosos brazos armados de ‘los Maracuchos’, ‘los Satanás’ y el ‘Tren de Aragua’ habría mantenido el control del narcotráfico en Kennedy, Bosa, Tunjuelito, Ciudad Bolívar y Soacha, durante más de una década.

La investigación, que se inició el 14 de enero de 2021 y finalizó el 2 de diciembre de este año, no solo dejó la captura del segundo líder de la organización, Andrés Leonardo Achipiz, alias Pescadito, sino que además puso al descubierto toda un red de sangrientos asesinos, sicarios, expendedores de droga y hasta proxenetas que fue fundada por el capo Néstor Aguirre, alias Camilo, quien fue capturado durante el 2020.

Luego de que Aguirre cayera en las manos de la Policía, se coronó como líder máximo de ‘los Camilos’ a Achipiz, ‘Pescadito’, de 28 años, quien suma más de 17 de trayectoria criminal y que en 2013 habría confesado 36 homicidios en Bogotá y Soacha.

Pero, como si fuera poco, al denominado ‘asesino serial más joven del mundo’ también se le atribuyen más de 30 homicidios desde el 2019 en Bogotá y se le reconoce en la esfera del narcotráfico local como el más poderoso sucesor de ‘Camilo’.

‘Pescadito’ operaba bajo siete identidades diferentes, una por cada zona en la que trabajaba, y así evitaba ser identificado tanto por sus subalternos como por las autoridades. Alias Cucho, el ‘Viejo’, la ‘Firma’, el ‘Padre’, ‘Diego’ y el ‘Señor del Agua’ fueron los seudónimos que usó para conquistar el negocio que heredó.

Una red organizada

La organización construida por ‘Camilo’ y ‘Pescadito’ por más de 15 años no se define solo como un grupo de personas que se dedican a la venta de droga. Según la fiscal asignada al caso, este grupo delictivo estaba conformado por más de 37 personas, divididas entre líderes o jefes de banda, directores financieros (los segundos al mando), los administradores de zona, jefes de bodega, brazo armado o grupo de sicarios, distribuidores de droga, campaneros y moteros.

Ahora, era tan poderosa la organización que cada zona tenía su propio jefe y lograban pasar casi inadvertidos ante las autoridades. Por ejemplo, dentro del mapa delictivo comandaban Ciudad Verde, en Soacha, Maicol Blanco, alias Cuervo, y Alberto López, conocido como Beto y quien, según la información, cobraba las deudas degollando a sus víctimas.

En el mismo municipio, Cristina Novoa, alias Ojona; Leidy Johana Borja, la ‘Prima’, y Javier Gómez, nombrado como ‘Quilla’, hacían lo propio en el perímetro del barrio León XIII. En Venecia, los cabecillas eran Sharon Nicole Lozano, ‘Coja’; Daniel Téllez, ‘Gordo I’, y Danilo Cardona, ‘Gordo II’.

En Bosa San José y San Bernardino, la comandancia estaba a cargo de Juan Daniel Barbosa; Juan Carlos Ramírez, ‘Yogui’, y Heidy Correa, alias la Flaca. Pero los cuatro más poderosos de la organización estaban en el punto céntrico de la operación, es decir, en el corredor de Kennedy que comprende los barrios de Class Roma, la 38, el sector de la Virgen, la puerta seis de Corabastos y Patio Bonito. Allí, Diego Asprilla, Mayerli Paternina, Gloria Chacón y Wilfredo Medina sostuvieron a punta de asesinatos una guerra a sangre con las cabezas del ‘Tren de Aragua’ y ‘los Maracuchos’.

El dinero de la mafia

Según los datos revelados por la Fiscalía durante la audiencia de imputación de cargos, esta estructura era dueña de una renta criminal de más 800 millones de pesos mensuales, que estaban repartidos entre los cargamentos de clorhidrato de cocaína que traían a Bogotá desde el departamento del Putumayo y las ganancias de la comercialización, las cuales eran fluctuantes.

Para mantener la fuerza del brazo criminal de ‘Camilo’, alias Pescadito creó toda una estructura de pagos e incentivos dentro del negocio. Por ejemplo, los administradores de las zonas tenían un sueldo de cuatro millones de pesos semanales, a los taquilleros (encargados de la venta de la droga en la calle) se les pagaba un millón de pesos cada ocho días. Por otro lado, los surtidores o quienes llevaban las cápsulas hasta los puntos eran acreedores de 200.000 pesos, en el mismo periodo de tiempo.

Ahora, el brazo armado es el que se lleva los mayores dividendos que le dejaba el crimen a esta estructura. El jefe de sicarios y su grupo de asesinos, cada uno, tenía un sueldo de 500.000 pesos semanales.

Sin embargo, cada cabeza de un enemigo tenía un precio distinto, si el homicidio era en contra de un campanero, de un vendedor de droga o de alguien de menor nivel, el pago sería de 200.000 pesos adicionales. Mientras que, si el que resultaba muerto era un jefe de banda, administrador de zona de la estructura enemiga o se trataba de un ajuste de cuentas para marcar territorio, ‘Pescadito’ pagaba a sus hombres hasta 50 millones de pesos.

Finalmente, los moteros podían ganar entre 500.000 y un millón de pesos semanales, de acuerdo con lo arriesgado del ‘encargo’, mientras que los campaneros, que por lo general son habitantes de calle, se llevaban 3.000 pesos por información o 100 cápsulas de droga para ser distribuidas.

3 preguntas a José Manuel Martínez - Director de la Fiscalía Bogotá

¿Cuántas organizaciones delictivas quedan en Bogotá?

En Bogotá hay un fenómeno que hemos identificado como la atomización de las bandas criminales. Es decir que no hay una sola organización ni una sola persona que tenga el control de muchos territorios en particular a la vez, ni en la ciudad tenemos grupos que lleven 40 años en un mismo sector; diferente a lo que pasa en otras partes del país.

Por eso no podemos decir cuántas hay, porque todas se mueven y cambian. Por eso nos ha tocado investigar y desarticular banda por banda en cada sector específicamente, porque en cada una hay organizaciones pequeñas que están dentro de las grandes, como ‘los Camilos’, ‘los Maracuchos’ o el ‘Tren de Aragua’; y entre ellos mismos se matan.

‘Los Camilos’ han tenido una injerencia en todo el tema de Kennedy y Bosa. Pero se han intentado meter en el centro de la ciudad, en Los Mártires, Chapinero y han querido ingresar a Suba. Estaban expandiendo su negocio por todos los puntos más importantes en materia de narcomenudeo que hay en Bogotá. Pero en esos lugares se han encontrado con otras bandas también poderosas con las que han chocado, y eso es lo que nos ha afectado el homicidio.

¿Qué sigue después de ‘los Camilos’?

Continuar desarticulando estas bandas yendo detrás de las rentas criminales. A eso lo llamamos las facetas del multicrimen. Por un lado, tenemos que desarticular la organización, pero, por el otro, hay que golpear las finanzas criminales y extinguir los dominios. También estamos firmes en la investigación de funcionarios públicos que sean captados por la criminalidad, en este caso, la policía de vigilancia.



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